martes, 26 de noviembre de 2013

Al Pasado

Ya se escaparon las horas más felices.
También las más opacas.
Obra de la artista plástica Allison García
Ya se cruzaron de vereda como
cigüeñas, paja y nido en una misma puerta
—corona de tu alcoba amurallada—.
Ahora,
tan distinto como eres,
y sin permisos,
quiero saber de ti lo que no sufra.
Quiero bailarte
—aunque soy lenta y torpe—
no el bolero ni el vals:
tan sólo el suave, el viejo, el tierno
(apasionadamente), el abrazado,
el hondo (airadamente), el tango nuestro.
Y elevarte a los vientos,
en abanico,
bostezando en esquinas
—fanático y ardiente—
el baile enardecido
como una viva y luminosa llama.
                             L.C.
                          (a la manera de Ángel González)

domingo, 17 de noviembre de 2013

Serpentea

Entera y sin costuras. Arañando la costa como babas del diablo, la espuma serpentea. Como último aliento de un orgasmo infinito. Como el reborde alado de un ángel sin memoria que repite y repite la cadencia inconclusa.

Se abandona en la orilla y se confunde en abrazo —húmedo, carnal, profano con la piel firme y cetrina que la absorbe gozosa. 
Espirales de besos van dejando la huella de esa unión perenne, inevitable.

Entera y sin costuras vuelve una vez y otra vez a desmayarse sobre el límite final del viaje, en el principio del después, horizonte y frontera, arena y sal. L.C.

Por qué escribimos?

Que la poesía es un bálsamo, una almohadilla para el alma y que escribiendo exorcizamos nuestros propios fantasmas son algunos de los pretextos que las personas poetas utilizamos para animarnos a continuar amalgamando imágenes y palabras.
Escribimos porque nos gusta, porque existe un deseo que nos impulsa a hacerlo casi compulsivamente.
Y así vamos como posesas, arrojando nuestra desnudez fuera de la ducha, chorreando agua por la casa para apuntar la idea, el verso, el giro que se nos acaba de ocurrir. Para ello contamos con arsenales de cuadernos de todos los tamaños y colores desparramados en cada bolso, cajón y rendija de nuestras estancias habituales. Y cómo no con lápices, bolígrafos y hasta un labial si sirve para capturar un adjetivo, ése que estamos buscando desde la madrugada esquiva al sueño.
Contamos mentalmente y con los dedos las sílabas para que nos dé la métrica perfecta, a veces en secreto, en solitario, pero muchas en voz alta y con descaro. En el tren por ejemplo, ese pasaje que nos observa atónito, se va alejando a distancias prudenciales de nuestra locura métrica, desconcertado.
Nos dejamos transportar por los rieles y nos perdemos en el brillo del Mediterráneo que titila turquesa allí al costado, de repente y sin aviso las emociones exigen su inminente traducción en un poema, que al fin nace.
De a ratos nos atrevemos a presentar nuestra obra en concursos literarios, con cierta timidez y una espiral de mariposas desatada en el centro del plexo solar. Pero lo hacemos, somos poetas y volamos!
Y cuando quedamos finalistas o premiadas y son otros labios, otros ojos y otras almas las que salen a bailar con nuestra poesía… qué placer enorme es celebrar la vida!   L.C.