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Instalación arquitectos Nendo en Tokio |
Flotaba acunado en azules y naftalina,
en la herida que sangra el
horizonte
y en el tejido de luces de la madrugada.
Flotaba moribundo
entre la sombra del vino templado,
en el eco dormido del adiós
y el súbito arrebato de la lágrima.
Flotaba y era un manantial de escombros
entre fotos gastadas y amapolas,
entre maletas y gorriones rengos
y un sombrero de encaje color gris.
Flotaba en el aliento del ayer
sin dirección postal y sin bitácora
-no sabía de finales sumisos-
flotaba aferrado a la soledad,
maniático y errante.
L.C.