
Mientras suelto las pastillas en las hierbas altas y me quito una a una las prendas para llegar a tu piel, hundo mis pies descalzos en el limo y te observo.
Vienes a mí, deslizándote con cuidado, animal en celo, y me atrapas en círculos concéntricos.
En mi suspiro último pienso cuánta razón tenía mi abuelita india: los lagartos no necesitan Viagra.
L.C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario