Ilustrador Gabriel Pacheco |
Tenía nombre de mujer, mala prensa y la costumbre de habitarme entera.
El ceño fruncido, la boca sellada, el andar esquivo.
Huía de las fiestas y de algarabías
para siempre instalarse a mi costado.
Al fin me acostumbré a verla en cada desayuno,
a que deambulara por la casa,
a que apuñalara cables azules y rojos
y arrojara al vacío todos los teléfonos.
Le soporté el silencio, su sombra en el espejo
y el peso de su razón en mi espalda.
Lo que no le permití fue acomodar las fotos
-y eso que su insistencia
nos llevó a discusiones infinitas-
Tenía nombre de mujer, mala prensa y la costumbre de habitarme entera.
No tuve otro remedio
que poner bajo llave la memoria.
L.C.
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