lunes, 1 de mayo de 2017

Ilusiones de Papel

Un relato en homenaje al fomento de la lectura y a mi familia en especial. 


Accésit en los "XIX Jocs Florals per a Gent Gran Camp d'en Grassot, Vila de Gràcia, El Coll" (Barcelona) en la categoría Prosa en castellano.



La biblioteca de mi casa de la infancia era un territorio sin fronteras, un laberinto misterioso, la caja de Pandora. Era la libertad y el goce de elegir, de soñar, de internarnos en quién sabe qué paisajes y con qué gentes.

Estoy impregnada del aroma de aquellos libros de variados tamaños, algunos soltaban una nube de polvo al moverlos, otros ofrecían páginas aceradas de letras diminutas. Y los había desteñidos, gordos, míseros y hasta opulentos.

Al volver a casa luego del trabajo papá caminaba la Avenida Corrientes, la del tango, la que nunca duerme según dicen. Este típico rincón de Buenos Aires se ofrecía plagado de librerías con mesas atiborradas de textos dejados como al descuido para que ciertos seres, disfrazados de transeúntes y perdidamente enamorados de las letras, revolvieran sus lomos y acariciaran sus hojas.

Mi padre era uno de ellos. Recuerdo como si fuera hoy su figura enjuta atravesando el umbral, en una mano la consabida golosina para mí y en la otra una bolsa cargada de libros: ilusiones de papel.

A su debido tiempo cada quien en mi familia se zambullía en aquellas historias y se iba de viaje con sus personajes. Salía a conocer mundo, atravesaba montañas, vivía en altamar con los piratas, se calzaba una escafandra y se deslizaba hasta el fondo del océano o recorría palacios y jardines en las mil y una noches más fantásticas que pudiera una imaginar.

Con las poetas Glòria Forasté, María Teresa Ferrer y Juliana Mediavilla
Si leer sirve para frenar la muerte y para contener el miedo,
esas insidiosas amenazas que nos acompañan durante toda nuestra 
vida, y si quienes escriben son peligrosos artífices de una 
realidad que necesita ser ordenada desde la magia, desde la ficción, agradezco a mi madre y a mi padre, sabios, intuitivos, asombrosos hechiceros que me empujaron al universo de los libros, abrieron la puerta y arrojaron bien lejos el candado.
L.C.



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