tuvimos un papá
un papá casa
un papá seda
árbol y rama para andar la vida
raíz donde enredarnos
el mío era de espuma
hilvanaba sus sueños en el aire
y se los regalaba
medio conquistador estrafalario
atracador de verbos y promesas
un señor de vastas ambiciones
un niño grande un duende
Alberto se llamaba
aquel hombre especial que fue mi padre
atada a su mano cada domingo
—como a su corazón la vida entera—
caminaba los barrios luminosos
del candor y la infancia
me hice mayor y en otros
—los padres de los frutos del amor—
reconocí su marca
reconocí su marca
y en mis maternidades
ternura y suavidad
inequívocos signos de su galantería
L.C.
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