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Fotografía de Brook Shaden |
—No
me mires así, me da vergüenza- ríe Eliana y se tapa con la sábana
de hilo bordada.
—¿Vergüenza?
¿Y no te dio vergüenza seguirme hasta aquí, tan sigilosa? Que eres
una
descarada, una buscona.
—Si
tú mismo me lo estabas pidiendo. Si esta mañana, al verme entrar,
casi se te confunden las palabras allí arriba, enfrente de esa gente
tan pendiente de ti. Yo acomodaba las flores y te perdiste.
Balbuceabas. Tuve que hundir la cara en los hibiscus
y contar una a una sus líneas dibujadas, para disimular mi propia
agitación. Menos mal que la música aplacó tus desvaríos, que
sino…
Él
atisba de soslayo la imagen que corona el cabezal de su cama. Sabe
que lo observa y sabe que no es la primera vez. Tampoco será la
última. Junta las manos y acerca la barbilla al pecho, inclinando
apenas la testa y su calva incipiente.
—¿Qué
pensabas? ¿Que no me daba cuenta de que me desnudabas con los ojos?
Era tan evidente que buscabas cualquier excusa para que me quedara un
rato más cada domingo… Que te gustaba, que te excitabas al rozarme
apenas.
-Calla
mujer, calla y ven aquí que a las cinco llega el monaguillo para
ayudarme con la misa de la tarde.
L.C.
L.C.
Inesperado y fresco =) Me ha encantado =)
ResponderEliminarGracias por tu comentario! Es característica de los microrrelatos que su final sea sorprendente, inseperado... no siempre podemos lograrlo, aquí la magia funcionó, gracias a dios....je je
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